A veces tenemos una mirada un tanto provinciana sobre la realidad. Sobre todo los porteños, simpre ávidos de encontrar causas internas, arraigadas en lo más profundo de nuestras almas y nuestro "ser nacional", que nos hacen feos, sucios y malos. Como si dijeramos "este país no tiene futuro porque el argentino (en tercera persona) es egoísta, sobervio y le gustan hacer la plata rápida y fácil". De ahí a decir que somos vagos y no nos gusta trabajar, a un paso.
Ojalá tuviera explicaciones tan sencillas. Pero las cosas son más complicadas de lo que parecen.
El alza en el precio de los alimentos es uno de los temas centrales de la economía mundial. Las razones para esta situación son difundidas por todos los medios internacionales: problemas climáticos que afectan las cosechas, la demanda creciente de productos de India y China, el desarrollo de los biocombustibles y el incremento de los costos energéticos y de insumos básicos, como los fertilizantes.
¿Cómo combatir este nuevo fenómeno en los países productores de alimentos como Argentina? Las retenciones son una herramienta consensuada a nivel internacional, mal que les pese a los productores agropecuarios. Pero abusar de este mecanismo y aplicarlas de manera indiscriminada en pequeñas y grandes unidades productivas le ha traído más de una complicación al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Alternativa INTI
¿Exiten alternativas para enfrentar esta situación? Para Enrique Martínez, titular del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), hay variantes que no pasan por estas alternativas.
"La inflación actual comienza por los alimentos y tiene dimensión mundial. Se debe asumir desconcentrar la economía como un hecho imprescindible. Eso significa acotar el margen de maniobra de los más poderosos, a la vez que promover con fuerza la aparición y fortalecimiento de actores más pequeños", explica el directivo.
Para Martinez, lo que debe hacerse es conocer en profundidad las cadenas de valor y buscar con tenacidad la forma de que desaparezcan o se achiquen los eslabones que no agregan valor, ya que esto es antiinflacionario casi por obvia definición.
"Si el pequeño ganadero puede evitar caer en manos del consignatario y luego del matarife, gana más por su novillo y el carnicero compra más barata la carne. Así de simple. Si se vincula al que produce con el que consume a través del mínimo número de eslabones necesarios, ganan los dos extremos: el que produce y el que consume. Hay que poner tecnología al servicio de los pequeños, que está disponible", detalla Martínez.
El especialista es conciente de las diferencias que puede haber en cada subsector de los productores alimenticios. "Cada uno tiene su particularidad, pero toda solución confluye a un mismo concepto: facilitar el contacto directo entre el productor y el consumidor. Siendo esta la llave, tal vez sea el momento de la movilización de acciones del estado a escala municipal en todo el país, en tal sentido. Los mercados comunales, la transferencia de tecnología y equipos para instalar pequeñas plantas lácteas o pequeños peladeros de pollos con aptitud sanitaria, y la compra conjunta de toda la harina a procesar en el pueblo, son acciones al alcance técnico y humano que hasta nos da cierto pudor describir, por evidentes y elementales", sostuvo Martínez.
Ver el documento completo de Martinez.
lunes, 12 de mayo de 2008
Suscribirse a:
Entradas (Atom)